La maquina Dorada del Tiempo

Evelyn Oclock Gear había crecido en una pequeña casa llena de relojes antiguos y piezas mecánicas desparramadas por todas partes. Su abuelo, un relojero excéntrico y visionario, había dejado tras de sí una vasta colección de manuales secretos, escritos en un código que Evelyn tardó años en descifrar. Pero lo hizo, y fue entonces cuando descubrió el más grande de todos los secretos: los planos de la Máquina Dorada del Tiempo.

Esta máquina, según los escritos de su abuelo, no solo podía controlar el tiempo en sí, sino que tenía el poder de alterar el flujo del dinero. Un artefacto que, correctamente ensamblado, podría manipular el Sistema Central del Tiempo —una red oculta que regulaba los eventos temporales y financieros de la realidad—. Con la Máquina Dorada del Tiempo, Evelyn podría ajustar las fechas, de tal manera que cada segundo se convirtiera en un día de pago.

Durante meses, Evelyn se dedicó en cuerpo y alma a montar aquella maquinaria intrincada. Siguiendo cada detalle de los manuales del abuelo, encajó engranajes dorados que resonaban con un pulso único, un eco del tiempo mismo. El último engranaje, el “Oclock Gear”, una joya de relojería ancestral, fue lo que finalmente activó la máquina.

Cuando la encendió, Evelyn vio cómo el tiempo comenzaba a vibrar en patrones extraños. Ingresó en el sistema central y modificó el calendario global, haciendo que cada segundo se convirtiera en el día de cobrar. Como resultado, en su cuenta bancaria, los números comenzaron a subir sin parar: segundo tras segundo, la máquina depositaba sumas millonarias.

Evelyn no podía creerlo. Al principio, pensó que sería un error, pero cuando vio cómo su cuenta bancaria crecía exponencialmente, comprendió que había dominado el tiempo y, con él, las finanzas del mundo. Con cada latido del reloj, con cada giro del engranaje dorado, las cifras se multiplicaban.

Pero pronto se dio cuenta de que algo estaba cambiando. La realidad misma comenzaba a deformarse, como si el flujo del tiempo, tan alterado por su intervención, estuviera empezando a desmoronarse. Los días ya no transcurrían como antes, las personas se repetían en bucles extraños, y el sol parecía quedarse fijo en el cielo.

Evelyn entendió que jugar con el tiempo tenía un precio. La Máquina Dorada no solo le estaba dando riquezas infinitas, también estaba desestabilizando la propia naturaleza de la realidad. Si continuaba, todo el universo podría colapsar en un ciclo interminable de segundos repetidos.

Tuvo que tomar una decisión. Desactivar la Máquina Dorada significaba renunciar a la fortuna ilimitada, pero salvaría el tejido del tiempo. Con un profundo suspiro, y el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, Evelyn apagó la máquina. Los engranajes dorados dejaron de girar y el tiempo volvió a fluir con normalidad.

Aunque ya no era millonaria a cada segundo, Evelyn se quedó con un conocimiento que nadie más tenía. La Máquina Dorada del Tiempo descansaba en silencio en su taller, esperando el momento en que fuera necesario volver a ajustarla. Pero Evelyn sabía que el verdadero poder no estaba en las riquezas infinitas, sino en el equilibrio entre el tiempo y la realidad misma.


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